viernes, 19 de diciembre de 2014

El Escorpión y el Maestro

Un maestro oriental que vio cómo un escorpión se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el bicho le picó.

Por la reacción al dolor, el maestro soltó al animal, que cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro de nuevo intentó sacarlo y otra vez el bicho le volvió a picar.


Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:

- Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que usted intenta sacarlo del agua lo picará?

- La naturaleza del escorpión es picar y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar -respondió el maestro.

Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.

Algunos persiguen la felicidad, otros la crean.

Que la conducta de las otras personas jamás condicione la tuya.



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domingo, 14 de diciembre de 2014

PAPI, ¿CUANTO GANAS POR HORA?




En el mismo momento en que lo vio llegar a casa, un niño le preguntó a su padre:
- ¿Papi, cuánto ganas por hora?

Así, con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño lo recibía al término de su trabajo. El padre miró con rostro severo al niño y repuso:
- Mira hijo, esos datos ni tu madre los conoce, no me molestes que estoy cansado.
- Pero papi – insistía – sólo es una pregunta: ¿cuánto ganas por hora?

La reacción del padre esta vez fue menos severa y contestó:
- Bueno hijo, pues 10000 pesos la hora.
- Papi, ¿me podrías prestar 5000 pesos? – Preguntó de inmediato el pequeño.

El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al pequeño le dijo:
-¡Así que era esa la razón de saber lo que gano! ¡Vete a dormir y no molestes, muchacho aprovechado!

Al caer la noche, el padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo.

- ¿Duermes hijo? – Preguntó el padre.
- No, papi, dime – Contestó entre dormido.
- Aquí tienes el dinero que me pediste – respondió el padre.
- Gracias papi – contestó con alegría el pequeño.- y metiendo su manita bajo la almohada sacó otros billetes.
- Papi, ahora ya lo completé todo: Tengo los diez mil pesos. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?