sábado, 27 de marzo de 2010

Acéptate como eres

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. Volviéndose al pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la vid. Y la vid se moría porque no podía florecer como la rosa.


La rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.



El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardin mustío y sombrío?

-- No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste querías fresias. Si hubieras querido un roble o una rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser fresia de la mejor manera que pueda".


Ahora es tu turno, estas aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo.


No hay posibilidad de que seas otra persona. Puedes disfrutarlo y florecer regado con el amor de Dios.


Tu eres la imagen de Dios mismo.


"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza..."
GÉNESIS 1:26

Si Dios hubiera querido que fueses otra persona, de seguro que te habría creado diferente. Pero no, te creó a tí, así como eres. Así que, dale gracias al Todopoderoso y quiérete tú mismo.



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lunes, 15 de marzo de 2010

Cristo La Roca

por Charles Spurgeon


"Y la roca era Cristo" (Lucas 9:42).

Es un hecho que tenemos registrado en las Sagradas Escrituras que hubo dos rocas, y que las dos dieron agua en el desierto para suplir las necesidades de las Multitudes que pasaban por el desierto. Algunos han supuesto que el apóstol Pablo dijo que sólo había una roca, mientras que si leemos cuidadosamente lo que dice, veremos que meramente observa que «y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo». Fuese donde fuese que estuviese aquella roca de la que bebían las tribus de Israel, todos bebieron de la misma; no hubo dos rocas a la vez; todos ellos bebieron de la misma roca que los seguía, fuese cual fuese de las dos rocas; y aquella roca, refiriéndose a cualquiera de las dos, era Cristo. Tanto si consideramos la primera roca de Horeb, o la segunda de Cades, ambas eran tipo de Jesucristo. Algunos pueden deducir que si hubo dos rocas, puede que haya dos Cristos. En absoluto, amigos.

Cada Día de la Expiación había un nuevo chivo expiatorio, pero esto no implica que deba haber un nuevo Cristo cada año. Se debía ofrecer un cordero cada mañana y otro cada tarde, pero ¿quién inferiría de eso que debía haber tantos Cristos como corderos? Podemos decir, tanto de la roca de Refidim como de la roca de Cades, «y la roca era Cristo». Comprended esto, habla dos roces, pero no dos rocas a la vez; y por ello, todos bebieron la misma bebida espiritual que manaba de la misma roca espiritual, «y la roca era Cristo».

Nuestro objeto será mostraros que las dos rocas eran tipos destacados de nuestro bendito Señor Jesucristo, que, siendo golpeado, da agua para el refrigerio de su pueblo, y que los sigue por todo el desierto con sus refrescantes corrientes. Permitid que os pida que vayamos al primer pasaje, que trataremos de explicar, en el capítulo 17 de Éxodo. No me detendré ni por un momento a señalar las varias perspectivas de Jesucristo en las que él pudiese ser considerado como una roca, como siendo inmutable, permaneciendo constantemente en la misma posición, como refugio frente al turbión y a la tempestad, o como el lugar donde todos los que le aman tienen refugio de las tempestades de la justicia vindicadora. Éstos no son los temas a los que invito ahora a que prestéis vuestra atención. El tema que tocamos no es Cristo como una roca, sino Cristo como una roca en el desierto, de la que mana el agua.

Permitid que os pida una atenta lectura del siguiente pasaje de las Escrituras:

«Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Jehová, y acamparon en Refidim; y no había agua para que el pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para beber. Y Moisés dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? Así que el pueblo tuvo sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. El llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?» Éxodo 17:7-7.

LA PRIMERA ROCA ERA CRISTO EN SU PERSONA
En primer lugar observamos que la roca de Refidim, u Horeb, era un notable tipo de Cristo POR EL HECHO DE SU NOMBRE. Se llama Horeb; y al consultar el diccionario de nombres encontraréis que la palabra «Horeb» significa «sequedad»; también se llama Refidim, que significa «lechos de reposo». Ahora bien, es de destacar que estos dos nombres deban pertenecer a una roca; pero ambos títulos pueden bien aplicarse a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Primero, él era la Roca de Horeb: o sea, él era una roca en tierra seca y yerma. Isaías profetizó de él que sería «raíz de tierra seca», y así lo fue. Provino de una familia que, aunque había sido regia, estaba casi extinguida. Su padre y su madre eran del común del pueblo, de la clase menestral. Las glorias de la línea regia de David habían quedado olvidadas entre el pueblo; sin embargo, de ella provino Jesucristo, el hombre «escogido de entre el pueblo», para que fuese exaltado como gobernante sobre el Israel escogido de Dios. Isaías dijo: «No hay apariencia en él, ni hermosura como para que le miremos, ni atractivo como para que nos deleitemos en él.» Si alguien hubiese contemplado las empinadas y agrestes laderas de Horeb, cubiertas de espinos y zarzales, nunca hubiese soñado que escondido en una roca tan dura hubiese un manantial de agua suficiente para suplir las necesidades de la multitud. Hubiera levantado las enanos atónito, y exclamado: «¿Será posible? Se puede cavar buscando agua en la yerma arena, pero no puedo suponer que ni el mismo Dios pueda sacar agua de esa roca diamantina.» De esta manera los judíos, mirando a Jesús, dijeron: «¿Puede ser él el Salvador tan largamente predicho para introducir la era de oro? ¿Puede él ser el Mesías? ¿Él, el hijo del carpintero? ¿Puede ése ser el que viene a redimirnos de nuestros opresores, y a fundar un reino que nunca verá fin? ¿Es éste el Jesús que debe descender como lluvia sobre la hierba segada, y como chubasco para regar la tierra?» No podían prever salvación de parte de él. Parecía una roca yerma, y no podían admitir que él llegase a ser el Salvador de una nación poderosa; que él fuese uno de cuyo costado traspasado saliesen corrientes sanadoras de sangre y agua para lavar y purificar a sus hijos.

Observemos también el otro nombre: Rehdin, o lechos de reposo. ¿No se aplica este dulce título al Señor? Aunque él sea ciertamente como Horeb para sus enemigos, ¿no es sin embargo un verdadero Refidim para sus amigos? Él mismo nos dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os daré reposo.» Y él nos da reposo. Poco podríamos esperar reposar sobre una roca, pero no hay reposo en ninguna otra parte. Podríamos reposar sobre el suave plumón de la tierra, pero encontraremos que será duro para nuestras cabezas en el día del juicio. Podemos amontonarnos mansiones señoriales de nuestras propias obras, y esperar hallar reposo en ellas; pero no hay otro reposo excepto el que queda para el pueblo de Dios. Jesús es nuestro único reposo: el único que necesitamos, y el único posible. Mis queridos amigos, ¿consideráis a Cristo como Horeb, o sea, desolación y sequedad? ¿O podéis contemplarle como vuestro Refidim, vuestro reposo? ¿Podéis decir: «Señor, tú has sido por refugio de generación en generación»? ¿Puedes tú, como Juan, reclinar tu cabeza junto al seno del Señor Jesús? ¿Puedes tú decir que has creído y que has entrado en el reposo? Si es así, entonces eres un verdadero hijo de Dios, y puedes regocijarte de que aquel que no tenía apariencia ni hermosura es hermoso para ti; y que aquel que parecía ser todo menos lo que esperaban los hombres, es para ti toda tu salvación y todo tu deseo.

Puede que sea fantasioso apoyarse en estos nombres, pero prefiero descubrir demasiado en la palabra de Dios que demasiado poco. Los nombres me parecen extremadamente significativos, y, por ello, los he mencionado ambos como aplicables a Jesucristo.

Observemos, a continuación, que esta roca, lo mismo que nuestro Salvador, NO DIO AGUA HASTA QUE FUE GOLPEADA. Nuestro Señor Jesús no fue Salvador hasta que fue golpeado, porque no podía salvar a los hombres excepto por Su muerte. Es cierto que los patriarcas ascendieron al cielo antes que muriese nuestro Salvador, pero ello fue por la previsión de su muerte. Si cualquiera de nosotros quiere tener el privilegio de contemplar la ciudad del Altísimo en gloria, sólo Podremos entrar en ella por sus agonías. No puedo tener confianza para mi salvación en el simple hombre Cristo Jesús, o ni siquiera en Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre. No es Cristo, que es mi salvación, a no ser que añada su cruz; es Cristo en el Calvario quien redime mi alma. Si él se hubiese quedado aún en el cielo, sentado en Su sublime trono, nunca podría haber sido el redentor de la raza humana. Con todo el poderoso amor de su corazón, no habría podido redimir: sólo siendo «azotado de Dios y afligido». Él fue nuestro Salvador antes que el mundo existiese, así considerado en el pacto eterno; pero así fue porque era contemplado como el Salvador azotado, inmolado antes de la fundación del mundo. No hay esperanza para ti, amigo mío, fuera del golpeado Jesús. Puedes inclinarte a adorar su cabeza exaltada, pero esta cabeza exaltada no puede salvarte aparte de su frente coronada de espinas. Puedes acudir al Cristo que sostiene el cetro, pero, recuerda, Cristo con el cetro no podría ser tu Salvador a no ser que hubiese sido primero Cristo enclavado. Puedes allegarte a Cristo, cuyo ropaje son nubes de gloria, pero recuerda, Aquel que está revestido de esplendor no hubiese podido ser tu Redentor si primero no hubiese estado vestido de la escarlata del escarnio, y sacado fuera con aquel infame Ecce Homo, «He aquí el hombre». Es Cristo el sufriente quien nos redime. La roca no da agua hasta que es golpeada, y por ello el Salvador no da salvación hasta que es inmolado. Aprende entonces, creyente, en todas tus contemplaciones del Salvador, a considerarle como el Golpeado, porque es así, menospreciado y afligido, con las cicatrices de la venganza sobre él, que llega a ser tu Redentor, y el dador de salvación hasta lo último de la tierra.

Observemos también que esta roca debe ser golpeada de una manera peculiar: ha de ser GOLPEADA CON LA VARA DEL LEGISLADOR, o no saldrá agua. Así nuestro Salvador Jesucristo fue golpeado con la espada del legislador en la tierra, y con la vara de su gran Padre, el legislador en el cielo. Nadie sino Moisés podía golpear la roca, porque él era rey en Jesurún, y como Dios en medio del pueblo. Así es con nuestro Salvador. Es cierto que el Romano le clavó en el árbol. Es cierto que el judío lo arrastró a la muerte; pero es igualmente cierto que el Padre lo hizo todo. Es una gran realidad que el hombre mató al Salvador, pero es una gran realidad que fue su Padre quien le dio muerte. ¿Quién fue el que dijo: «Despierta, oh espada, contra mi pastor, y contra el hombre compañero mío»? Esto nos lo contesta el profeta cuando añade, «dice Jehová de los ejércitos». Fue Dios quien entregó a su Hijo por todos nosotros, y quien también ahora con él nos dará libremente todas las cosas. Cristo no hubiese sido Redentor si su Padre no le hubiese golpeado. No habría habido sacrificio aceptable, aunque el Judío lo hubiese arrastrado a la muerte, o si el Romano hubiese traspasado su costado, a no ser que el azote del Padre hubiese caído sobre sus hombros, a no ser que la espada del Padre hubiese traspasado su bendito corazón. Fue la espada del legislador la que golpeó a Jesucristo, e hizo de él nuestro aceptable sacrificio. Creyente, contempla este magno hecho; te ayudará a adorar a Dios Padre e Hijo de la manera más solemne. Recuerda, fue el Padre quien golpeó al Salvador. Recuerda, fue el Hijo quien sobrellevó el azote del Padre. No fue el cruel flagelo; no fue la corona de espinas; no fueron sólo los clavos los que hicieron de Cristo el Salvador: fue el clamor, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» No fue Herodes, ni fue Pilato, los que le dieron muerte como a nuestro Salvador; ellos le dieron muerte como a un malhechor; pero fue Dios quien lo entregó para morir por nosotros. Su Padre dijo: «Tomadle, que muera.» Fue del cielo que vino la orden de ejecución. Fue de parte de Dios que cayó el golpe. Y si no hubiese sido de parte del Padre, todos hubiésemos sido condenados, aunque hubiese muerto un Salvador. Era necesario que fuese la vara del legislador la que golpease a esa Roca de la Eternidad, para hacer manar de ella abundantes corrientes de agua, trayendo perdón y paz a almas moribundas.

Luego observemos que cuando la roca fue golpeada, LO FUE EN PUBLICO. Leemos en el versículo 5: «Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara.» No fue hecho en secreto, en un rincón oscuro de la tierra, sino que se hizo delante de los ancianos. Igualmente nuestro Salvador, cuando fue muerto, no fue ejecutado en privado, sino que fue llevado a la cima del monte Gólgota, y allí, en medio de la multitud que se había reunido, entre escarnios y burlas, menosprecio y oprobio, murió. Los ancianos del pueblo estaban allí; el hombre rico estaba allí, en su orgullo y pompa, mirando al falleciente Salvador, y escarneciéndole por su humilde origen. Los pobres estaban allí, gritando con voces malvadas: «Crucifícale, crucifícale», señalándole con el dedo, y meneando las cabezas contra el poderoso Príncipe que entonces expiraba. El sabio estaba también allí, el hombre del Sanedrín, el representante de la filosofía y sabiduría de la tierra, el cual decía: «Si él es el Cristo, descienda ahora de la cruz.» El iletrado estaba también allí; también él se reía del Salvador escarneciéndole, y le sacaba la lengua en ignorante y zafio gesto. El justo estaba también allí, justo en su propia consideración, con la filacteria entre sus ojos; con la ancha franja de su manto. El mayor de los pecadores estaba también allí, porque allí colgaba el salteador, expirando en un madero. Todo tipo de personas contemplaron al golpeado Señor. Los judíos estaban congregados multitudinariamente; también los romanos, tomando parte destacada como representantes de la raza gentil. De hecho, siendo que era el tiempo de la Pascua, estaban reunidos griegos, partos y medos, elamitas y los moradores de Mesopotamia. Gentes de todas las naciones, de pie como representantes de toda la tierra, vieron morir al Salvador, mientras los ancianos estaban allí como representantes de todas las tribus de Israel.

Hay otra cosa que no podemos pasar por alto. Esta roca, golpeada, y que por ello representaba la humanidad de nuestro Salvador ofrecido por nuestros pecados, tenía también DIVINIDAD ENCIMA DE ELLA; porque observaréis lo que dice en el versículo 6: «He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña de Horeb.» Aunque era una roca seca, y representaba con ello la condición de humillación de Cristo; aunque era una roca golpeada, y por ello representaba su humanidad sufriente; sin embargo, sobre aquella roca resplandecía la luz brillante de la Shekiná. Dios, con las alas extendidas de los querubines, estuvo sobre la roca, y el pueblo le vio; hubo una manifestación de su deidad sobre la roca de Horeb. Y lo mismo en el Calvario. Aunque fue Cristo quien murió, verdadero hombre, había sin embargo lo suficiente de la deidad en la roca golpeada del Calvario para mostrar que Dios estaba allí. Hubo la negra noche del mediodía; hubo el cubrimiento del sol en nubes de negrura; hubo el hendimiento de las peñas, el desgarramiento en dos del velo del templo, el despertar de los muertos, el terror de las multitudes. Dios estaba ahí: estaba la deidad además de la humanidad. «He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña Horeb.» Creo que Dios se reveló así para mostrar que Cristo la Roca era divino además de humano. ¡Ah, qué dulce es contemplar la compleja persona de nuestro querido Redentor!; contemplarle como verdadero hombre padeciendo por nosotros, y sin embargo verle como verdadero Dios, sentado sin padecer en el cielo más sublime. Recuerdo lo que dice Harrington Evans de manera tan entrañable, que cometemos un gran error cuando deificamos la humanidad de Cristo, y que cometemos un error semejante cuando bajamos la deidad de Cristo al nivel de su humanidad. Debemos recordar que la naturaleza humana de Cristo era tan humana como la nuestra; que sufrió, fue tentada y probada, como la nuestra. No debemos suponer que la divinidad de Cristo ha restado en absoluto en el menor grado su humanidad; pero, al contemplarle como hombre peregrino, lleno de dolores, y experimentado en quebranto, no debemos olvidar que era Dios de Dios al mismo que era verdadero hombre. Aunque su humanidad se veía con la mayor evidencia, sufriendo por el pecado del hombre, había también suficiente resplandor en la nube para dejar que los hombres viesen que Dios estaba allí. Y, aunque la muerte se asió del hombre, sin embargo Dios se mostró el más poderoso de todos, venciendo por nosotros. Dios estuvo en aquella primera roca para mostrarnos que Cristo era divino, además de humano.

Apenas si me será necesario indicar la otra razón por la que esta roca es como Jesús, esto es, que CUANDO FUE GOLPEADA BROTÓ EL AGUA de una manera abundante, suficiente para todos los hijos de Israel, y fue siguiéndoles a lo largo de sus jornadas, hasta que le plació a Dios pararla, para abrir otra fuente, para darnos otra exhibición de Cristo en otra forma.

Cristo golpeado, amados míos, mana agua para todas las almas sedientas, dando suficiente para cada hijo de Israel. De Cristo golpeado mana una corriente que no es que fluya hoy, o mañana, sino para siempre; y así como esta corriente sirvió para los israelitas allí donde fuesen, así Jesucristo, en virtud de su expiación y su gracia, sigue a sus hijos allí donde peregrinan. Si son llevados al desierto de Sin, o a las regiones de Cades, Cristo les seguirá; la eficacia de su sangre, la luz de su gracia, el poder de su evangelio, les acompañará en todas sus decenas de millares de peregrinaciones, por muy difíciles que sean sus caminos por los que les lleve el pilar de nube. ¡Oh, bendito Jesús!, tú eres ciertamente un dulce antitipo de la roca. Una vez mi sedienta alma clamaba por alguna cosa para satisfacer sus necesidades; estaba hambriento y sediento de justicia; miré a los cielos, pero eran como de bronce, porque un Dios airado parecía mirarme ceñudo el ceño; miré a la tierra, pero era árida arena, y mis buenas obras me habían fallado. No tenía justicia propia; todos mis pozos estaban cegados, y cuando los legisladores cavaron el pozo con su varas y cantaron, «Sube pozo», no salía agua, con todo. Pero bien recordaré cuando mi alma desmayaba dentro de mí, y Dios dijo: «Ven aquí, pecador, te mostraré dónde puedes beber», y me mostró a Cristo en su cruz, con su costado traspasado y sus manos clavadas. Pensé que oía el grito al expirar en la muerte: «Consumado es.» Y cuando lo oí, ¡mira!, vi una corriente de agua, en la que apagué mi ardiente sed. Y aquí estoy.

«Un monumento de la gracia,
Pecador por la sangre salvado;
Las corrientes de amor remonto
Hasta aquella fuente: Dios;
Y en su poderoso pecho veo
Pensamientos de eterno amor para mí.»

Pero esto sé: si nunca hubiese visto la fuente abierta, nunca habría vivido; si no hubiese contemplado aquella poderosa corriente manando allí, nunca habría apagado mi sed. Y ahora aquella agua siempre atrae mi alma, y cuando quiero calmar mi renovada sed, de nuevo me precipito a aquella fuente, como el ciervo sediento. Al Dios encarnado huyo: aquí puedo apagar mi ardiente sed y nunca morir. ¡Oh pecadores!, ¿queréis el agua de vida? Cristo os la da. ¡Oh maravilla de maravillas!, aquel que dijo: «tengo sed», dice también: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.» Aquel que no tuvo ni una gota de agua para humedecer sus labios, dijo sin embargo: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.» Un. 7:38). Venid a Cristo, almas sedientas; venid a Jesús, los sedientos, porque escrito está: «A todos los sedientos: Venid a las aguas; y a los que no tienen dinero: Venid, comprad y comed. Sí, venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.»

Veis entonces, amados, que esta roca es un tipo de Cristo personalmente, es un tipo de él como muriendo, azotado por nuestros pecados. He sido breve acerca de estos puntos en particular, porque quiero mostraros cómo estas dos rocas eran tipo de Cristo, y puede que sea cosa algo instructiva que lo haga así.

II
Ahora debo pediros que prestéis atención a otra escena en Números 20:1-13. «Llegaron los hijos de Israel, toda la congregación, al desierto de Zin, en el mes primero, y acampó el pueblo en Cades; y allí murió María, y allí fue sepultada. Y porque no había agua para la congregación, se juntaron contra Moisés y Aarón. Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová! ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas ni de granadas; ni aun de agua para beber. Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. Y habló Jehová a Moisés, diciendo: toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña,y darás de beber a la congregación y a sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les fue dado. Estas son las aguas de la rencilla, por las cuales contendieron los hijos de Israel con Jehová, y con las que él manifestó su santidad.»

De esta segunda roca se puede decir: «Y aquella roca era Cristo.» Ahora bien, creo que la primera roca era Cristo personal; creo que
LA SEGUNDA ROCA ERA EL CRISTO MÍSTICO

Sabéis lo que quiero decir por el Cristo místico. Ya sois sabedores que en la Escritura la palabra «Cristo» denota a menudo la iglesia de Cristo, todo el cuerpo del pueblo de Cristo, a Cristo la cabeza, y a todos los miembros. La primera roca era el mismo Cristo, el Hombre-Dios, azotado por nosotros; la segunda roca es Cristo la iglesia, Cristo la cabeza y todos los miembros juntos; y de la iglesia, y sólo de la iglesia, ha de manar siempre todo lo que necesita el mundo. Nunca se darán ningunas bendiciones al mundo excepto por el cuerpo místico de Jesucristo. Así como el perdón y la paz solas manan a través de la persona del Cristo crucificado y golpeado, del mismo modo las bendiciones dadas a este mundo sólo pueden fluir a través de Cristo la gran cabeza y de su cuerpo, la iglesia. Ahora voy a mostraros los paralelos aquí.

Primero, observaréis EL LUGAR donde estaba situada esta roca. Se mencionan dos nombres al inicio del capítulo, justo al principio. «Llegaron los hijos de Israel, toda la congregación, al desierto de Zin, en el mes primero, y acampó el pueblo en Cades.» A ésta se le llamó la roca de Cades. Cades significa santidad, y es ahí donde mora místicamente Cristo. Místicamente, Cristo puede ser siempre conocido por su santidad. Podemos distinguir la iglesia de Cristo por el hecho de estar separada del mundo. Mora en Cades. Parece que esto estaba en el desierto de Sin, o Zin, que significa «adarga», y «frialdad». Es cosa cierta que la iglesia de Dios se mantiene en una doble posición. Se mantiene en frialdad e indiferencia con respecto al mundo, y se mantiene también segura, como en una adarga, con respecto a su bendito Dios. Observad el nombre, porque es significativo; la segunda roca no era Horeb, sequedad, como lo era Cristo personalmente, sino santidad, Cades, como es Cristo ahora en su iglesia. Porque la iglesia es una iglesia santa, justificada por medio de la justicia de su bendito Señor; una iglesia santa, santificada por la influencia del Espíritu Santo, y liberada del pecado. Podéis conocer a la iglesia de Dios, aunque mora en las tiendas de Cedar y habita entre pecadores, porque es siempre distinta, y levanta su tienda en Cades, siendo santa, santificada para el Señor.

Ahora, amados, habiendo sólo dado unas indicaciones acerca del nombre, quiero mostraros el paralelo aquí. Podéis observar la manera en que el agua debía ser sacada de la segunda roca. No debía serlo GOLPEANDO, sino HABLANDO: Ésta era la voluntad revelada de Dios. Quería que esta roca bendijese al pueblo no volviendo a ser golpeada, sino hablándosele. Así, amados, es la voluntad revelada de Dios que Cristo bendiga místicamente al mundo por la palabra. La iglesia de Cristo envía corrientes de agua viviente cada día hablando. Es por la locura de la predicación que Dios salva a los que creen. Hace de la iglesia una corriente, derramando crecidas de vida y de verdor sobre todas las tierras estériles de este mundo, que si no hubiesen sido entregados, como los desiertos del Sahara, a la sequedad. Él hace de la iglesia, o quiere hacerla, una bendición por la palabra. ¿Cómo puedo bendecir el mundo? Hablando, y sólo hablando. ¿Cómo puede cada cristiano bendecir el mundo, y la iglesia en general llegar a ser bendición para el Universo? Sólo hablando. Dios ha ordenado el sencillo medio de testimoniar del evangelio de la gracia de Dios para hacer que las crecidas vivientes de la gracia divina se derramen sobre el mundo. Si alguien quiere vida de Cristo, debe conseguirla oyendo la palabra de Dios. Y si alguno de nosotros desea conferir una bendición a sus semejantes, debe hacerlo hablándoles la bendita palabra de Jesucristo.

Pero ahora observad que así como era la voluntad revelada de Dios que Cristo bendijera místicamente al mundo hablando, sin embargo, por el pecado de Moisés, LA ROCA NO DIO AGUA POR HABLARLE, SINO POR GOLPEARLA. La roca fue golpeada dos veces. Ahora bien, tenemos. aquí un paralelismo significativo. La iglesia de Cristo fue dada por Dios en su voluntad revelada para que bendijese al mundo sólo hablando. Pero los malvados de este mundo han vuelto a golpear a Cristo en su iglesia. Han perseguido al pueblo de Dios, y los principales beneficios que la iglesia da ahora al mundo, hablando en general, provienen de los golpes de la persecución. Moisés golpeó la roca no una, sino dos veces, para mostrar que si era posible, el pueblo de Cristo sería aún más perseguido, atormentado y acosado que su conductor. La golpeó dos veces; el agua no salió al principio: para mostrar que una persecución prolongada sería necesaria para bendecir al mundo, y que los malos de este mundo iban de cierto a golpear a la iglesia una y otra vez, antes que el mundo recibiese una plena bendición.

Pero aunque el golpe fue un acto pecaminoso, EL AGUA BROTÓ, para mostrar que mediante la persecución la iglesia ha sido hecha una bendición para el mundo. Los túmulos funerarios de Smithfield han esparcido chispas por toda esta nación, y han encendido mil fuegos. El golpe dado a la roca del evangelio de Dios, la iglesia, ha esparcido gotas de preciosa agua a tierras donde de modo contrario nunca habría manado. Ha sido por la persecución que se han esparcido las semillas de la vida, como las semillas que son impelidas por los vientos, procedentes de plantas que en caso contrario habrían quedado sin descendencia. La persecución saca las palabras de los hijos de Dios, y las dispersa por todas partes. Nunca se llevó a cabo un acto más significativo que el de exhumar los restos de Wycliffe y echar sus cenizas en el río, de donde fueron llevadas al mar, y luego a las costas de todas las tierras. Así es ahora místicamente con Cristo; ha de ser esparcido por todas partes, y sus cenizas han de ser echadas a los vientos del cielo, para que dé vida a naciones distantes, y para que todos los hombres oigan la verdad.

Veis lo que he intentado; espero que me he hecho entender. Esta segunda roca es un tipo no de Cristo de manera personal, sino de Cristo en su iglesia. El Salvador del mundo en sentido instrumental, no mediador. No era la voluntad revelada de Dios que su iglesia debiera ser la salvadora del mundo recibiendo golpes, sino por la palabra. Los hombres malos han ido en contra de la voluntad divina, y han golpeado la iglesia. Sin embargo, se ha encontrado que golpear la iglesia produce los mejores efectos. El agua brota. Cuanta más persecución, cuantas más aflicciones ha de soportar la iglesia, tanto más poderosas son las corrientes de agua que de ella brotan, dirigiéndose al ancho mundo. Creo, hermanos, que no hay nada mejor en el mundo para un hombre, o para la iglesia, que un poco de persecución. ¿Qué hubiera sido de nosotros, si no hubiese sido por las calumnias, los insultos y los agravios de continuo amontonados sobre nuestras cabezas? Creemos que nuestra prosperidad se debe en no poca medida a nuestros enemigos. No nos habrían conocido, a no ser que nos hubiesen calumniado. No se habría oído de nosotros, a no ser que nos hubiesen querido abatir; pero no nos pueden abatir por mucho que digan. Cuanto más intenten oprimirnos, tanto más nos multiplicamos; y, a semejanza de los hijos de Dios en Egipto, cuanto más quieran destruirnos bajo diversas opresiones, tanto más Dios nuestro Padre nos multiplica y hace abundar. ¡Ah, hermanos míos, nunca os avergoncéis de la persecución! Recordad que debéis ser golpeados. Es cierto que Dios no tuvo la intención -la tuvo en sus consejos secretos, pero no según su voluntad revelada- que fueseis golpeados; nunca se agrada de los que os golpean. Dijo que debíais bendecir al mundo hablando. Moisés erró, y un mundo malvado ha errado. Es cosa innegable que Dios decretó que Moisés golpease la roca, aunque Moisés lo hizo pecaminosamente. Así Dios ha decretado que seáis golpeados, para que tengáis alguna utilidad para los demás. El higo no madura sino es golpeado. Y timo habrías madurado si no hubieses sentido la vara. Las fuentes de la honda tierra nunca enviarían sus aguas excepto que se horadase hasta el mismo fondo. Igualmente el cristiano ha de ser horadado con aflicciones para que pueda dar agua de vida. Se dice que la ostra no tendrá perlas a no ser que sufra una irritación. De la misma manera es cierto que el cristiano no tendrá perla alguna si no tiene algunas pruebas y aflicciones. La roca ha de ser golpeada; y si recibe un golpe doble, no tengáis miedo, porque la roca fue golpeada dos veces, y brotaron las aguas.

Pero quiero que observéis que la roca, aunque golpeada erróneamente, FUE GOLPEADA CON LA VARA DEL LEGISLADOR. Esto me fascinó cuando pensé por primera vez en ello, que la misma roca, que es místicamente Cristo, fue golpeada con la mismísima vara que golpeó a la primera roca, al mismo Cristo. Si yo sufro por Cristo, mis padecimientos son los padecimientos de Cristo. Y aunque sean ocasionados por el hombre como causa segunda, sin embargo surgen verdaderamente de Dios. «La vara de los injustos no reposará sobre la heredad de los justos»; y cuando los malos nos golpean, ignorándolo no nos golpean con su propia vara, sino con la vara de Dios. Dios mide nuestras pruebas y nuestras aflicciones, y, haga lo que haga el enemigo contra mí, no puede golpearme con nada más que con la vara de mi Padre. Mi Padre hace incluso de la vara del Rabsacés la vara de justicia para Ezequías, pero el Rabsacés no puede golpear con su propia vara. Es la vara de Dios la que cae sobre sus hijos. Ningún hijo de Dios es nunca golpeado con ninguna vara sino la de Dios. Puede que pensemos que viene del infierno, pero en realidad proviene del cielo. Aunque Judas traicionó a su Señor, leemos que «fue a esto destinado». Y si nuestro amigo más íntimo levantase su talón contra nosotros, incluso entonces es Dios quien le ha dado al perro permiso para ladrar. Ningún león devorador ruge contra los lujos de Dios hasta que Dios abre su boca. Ningún fiero leopardo emerge de su guarida para ir contra un heredero del cielo a no ser que Dios lo saque fuera. El mismo diablo deviene un siervo de Dios. No puede golpear al hijo de Dios más que con la vara de Dios. Tuvo que acudir y pedir permiso a Dios para oprimir a uno de los hijos de Dios; tuvo que pedir autorización para afligir a Job, e incluso entonces Satanás no pudo afligir al mismo Job, pero rogó a Dios diciendo: «Extiende ahora ttt mano.» Fue la mano de Dios la que tuvo que golpear a Job, aunque pareciese que Satanás fue su instrumento. Así, amado, aunque seas golpeado por una vara, es la misma vara la que cayó sobre la espalda de Cristo.

Observaréis una vez más, vosotros, los que gozáis persiguiendo a los hijos de Dios, que aunque grandes resultados surgieron de golpear a la roca, sin embargo Moisés FUE CASTIGADO por hacerlo. Moisés jamás entró en la Tierra Prometida, por haber golpeado aquella roca. Era el emblema del Cristo místico, e incluso golpear el emblema tenía significación. A Moisés le había sido mandado hablar, no golpear. Golpeó con atolondramiento y rebeldía, y fue por ello castigado. ¡Observa esto, perseguidor! Serás castigado por tu persecución, tanto si es de palabra como de obra. Todo lo que hagas contra un hijo de Dios te valdrá una terrible retribución en tu propio serio. «Al que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, irás le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno, y que le hundieran en el fondo del mar.» Os digo, hombres y mujeres, que hay perdón para toda clase de pecados contra el Hijo de Dios, incluso para la persecución; pero si hay algo que Dios, cuando castiga, visita con Lu1a terrible venganza, es ésta. ¿No recordáis cómo Herodes, el orgulloso perseguidor, fue comido por los gusanos? ¿Nunca habéis oído de la suerte de Antíoco Epifanes, que dio muerte a los gloriosos Macabeos, a los testigos de la verdad? ¿Nunca habéis oído cómo murió el Obispo Bonner, que había perseguido a los hijos del Señor? ¿No sabéis que raras veces los perseguidores mueren en sus lechos, o que, si lo hacen, mueren como si las llamas del infierno estuviesen encendidas a su alrededor, antes de entrar en él? Ser un perseguidor es ciertamente algo horrible. Un pecador de cualquier clase ha de ser condenado, si muere inconverso, pero un perseguidor ha de ser hundido en lo más hondo del abismo sin fondo. Temblad, vosotros los calumniadores, escarnecedores y ridiculizadores, los que oprimís al pueblo de Dios; recordad que su Hacedor es poderoso. Ellos no pueden vengarse a sí mismos. Y no desean hacerlo. Pero recordad: «Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor.» Puede ser con algunos de vosotros que sois perseguidores de los hijos de Dios, que haya salido ya la sentencia; y si es así, oh hombre, nunca entrarás en la tierra prometida, porque has golpeado aquella roca. Pero, aunque seas perseguidor, escucha la verdad de Dios. Pablo dijo: «Yo era perseguidor e injuriador, pero fui recibido a misericordia, porque lo hice con ignorancia, en incredulidad.» ¿Lo has hecho en ignorancia? ¿Ha estado alguno de vosotros persiguiendo a los hijos de Dios, no creyendo que fuesen de él, sino suponiendo que eran hipócritas? ¡Escuchad esto! Volved, perseguidores, volved, vosotros que habéis pecado voluntariosamente contra Dios. En él hay plena redención. Él puede borrar vuestras transgresiones, y limpiaros de vuestros pecados; sí, él pasará por alto vuestras iniquidades, os recibirá en su gracia, y os amará abundantemente, si clamáis a él de todo corazón. ¡Ah, creedme!, no hay pecado que pueda condenar a nadie si tiene fe en Cristo. No hay crimen, por negro que sea, que pueda excluir a un hombre del cielo, si tan sólo cree en Jesucristo; pero si sigues hasta tu tumba como encanecido pecador contra Dios, ¡cuán terrible será tu suerte cuando los feroces leones de la venganza quiebren tus huesos, o cuando llegues al fondo del foso en el que esperabas poder destruir a Daniel! Le verás liberado a él, y tú mismo serás echado en medio de demonios más fieros que lo que jamás hayas podido imaginar, y en medio de las llamas más horrendas que lo que jamás hayas soñado. Sí, tiembla: «Besad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.»

¡Que Dios bendiga todo lo que he dicho, para vuestras almas, por amor de Jesucristo!

Cristo Crucificado

Por Charles Spurgeon


"Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios." - 1 Corintios 1:23-24.



¡Cuánto desdén ha derramado Dios sobre la sabiduría de este mundo! Cómo la ha reducido a nada, haciendo que se muestre sin valor. Le ha permitido que elabore sus propias conclusiones, y que demuestre su propia insensatez. Los hombres se jactaban de ser sabios; decían que podían descubrir a Dios a la perfección; y para que su necedad pudiera ser refutada de una vez por todas, Dios les dio la oportunidad de hacerlo así. Él dijo: "Sabiduría mundana, te voy a probar. Tú afirmas que eres poderosa, que tu intelecto es vasto y completo, que tu ojo es penetrante, que puedes descifrar todos los secretos; ahora, mira, Yo te pruebo: te presento un gran problema para que lo resuelvas. Aquí está el universo; las estrellas conforman su bóveda, los campos y las flores lo adornan, y las corrientes recorren su superficie; mi nombre está escrito allí; las cosas invisibles de Dios se hacen claramente visibles, siendo entendidas por medio de las cosas hechas. Filosofía, te pongo este dilema: encuéntrame. Aquí están mis obras: encuéntrame. Descubre en el maravilloso mundo que he creado, la manera de adorarme aceptablemente. Te doy el espacio suficiente para que lo hagas: hay datos suficientes. Contempla las nubes, la tierra, y las estrellas. Te doy tiempo suficiente; te daré cuatro mil años, y no interferiré; tú harás como quieras en tu propio mundo. Te daré hombres en abundancia, pues haré grandes y vastas mentes, a quienes llamarás señores de la tierra; tendrás oradores, y tendrás filósofos.

Encuéntrame, oh razón, encuéntrame, oh sabiduría; descubre Mi naturaleza, si puedes: encuéntrame a la perfección, si eres capaz; y si no lo eres, entonces cierra tu boca para siempre, y Yo te voy a enseñar que la sabiduría de Dios es más sabia que la sabiduría del hombre; sí, que la locura de Dios es más sabia que los hombres."Y ¿cómo resolvió el problema la razón del hombre? ¿Cómo cumplió su proeza? Mira a las naciones paganas; allí verás el resultado de las investigaciones de la sabiduría. En el tiempo de Jesucristo, podrías haber visto la tierra cubierta con el fango de la corrupción: una Sodoma a gran escala, corrupta, inmunda, depravada, entregándose a vicios que no nos atrevemos a mencionar, gozándose en lascivias demasiado abominables para que nuestra imaginación se pose en ellas, aunque sea por un instante. Encontramos a los hombres postrándose ante bloques de madera y de piedra, adorando a diez mil dioses más viciosos que ellos mismos.


Encontramos, de hecho, que la razón escribió su propia depravación con un dedo cubierto de sangre e inmundicia, y que ella se privó a sí misma de toda su gloria por las viles obras que llevó a cabo. No quiso inclinarse ante Él, que es "claramente visible," sino que adoró a cualquier criatura; el reptil que se arrastra, el cocodrilo, la víbora, cualquier cosa podía ser un dios, pero ciertamente no el Dios del Cielo. El vicio podía ser convertido en una ceremonia, y el mayor crimen podía ser exaltado a una religión; pero de la verdadera adoración no conocían nada.

¡Pobre razón! ¡Pobre sabiduría! ¡Cómo caíste del cielo! Como Lucero, hijo de la mañana, estás perdida. Tú has escrito tu conclusión, pero es una conclusión de consumada insensatez. "Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó salvar a los creyentes por la locura de la predicación.


"La sabiduría había tenido su tiempo, y tiempo suficiente; había hecho todo lo que podía, y eso fue muy poco; había hecho al mundo peor de lo que era antes que lo pisara, y ahora Dios dice: "La locura vencerá a la sabiduría; ahora la ignorancia, como la llaman ustedes, va a barrer con su ciencia; ahora la fe humilde, como la de un niño, va a convertir en polvo todos los sistemas colosales que sus manos han apilado." Él llama a su ejército. Cristo se lleva la trompeta a Su boca, y vienen todos los guerreros, vestidos con ropas de pescadores, con el acento típico de las orillas del lago de Galilea: unos pobres marineros humildes. ¡Aquí están los guerreros, oh sabiduría, que te van confundir! ¡Estos son los héroes que vencerán a tus orgullosos filósofos! Estos hombres van a plantar su estandarte sobre las murallas en ruinas de tus fortalezas, y les ordenarán que se derrumben para siempre; estos hombres, y sus sucesores, van a exaltar un Evangelio en el mundo del cual se podrán reír ustedes como de algo absurdo, que podrán despreciar como una locura, pero que será exaltado sobre los montes, y será glorioso hasta los más altos cielos.



Desde ese día, Dios ha levantado siempre sucesores de los apóstoles. Yo afirmo que soy un sucesor de los apóstoles, no por descendencia de linaje, sino porque cumplo el mismo papel y gozo del privilegio de cualquier apóstol, y soy tan llamado a predicar el Evangelio como el propio Pablo: si no tan bendecido en la conversión de pecadores, en alguna medida he sido bendecido por Dios; y por tanto, aquí estoy, loco como lo pudiera ser Pablo, necio como Pedro, o cualquiera de esos pescadores, pero, sin embargo, con el poder de Dios sostengo la espada de la verdad: habiendo venido aquí para "predicar a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios."


Antes de adentrarme en nuestro texto, permítanme decirles brevemente lo que yo creo que significa predicar a Cristo crucificado. Amigos míos, yo no creo que predicar a Cristo crucificado sea dar a nuestra gente una buena dosis de filosofía cada domingo por la mañana y por la noche, desdeñando la verdad de este Santo Libro. No creo que predicar a Cristo crucificado sea hacer a un lado las doctrinas cardinales de la Palabra de Dios, y predicar una religión que es toda ella neblina y bruma, sin verdades definidas de ningún tipo. Yo entiendo que quien puede finalizar un sermón sin haber mencionado el nombre de Cristo ni una sola vez, no predica a Cristo crucificado; tampoco predica a Cristo crucificado el que deja fuera la obra del Espíritu Santo, el que no menciona ni una sola palabra acerca del Espíritu Santo, de tal forma que sus oyentes pueden decir en verdad: "ni siquiera sabemos si existe un Espíritu Santo."



Y yo tengo mi propia opinión personal, que no se puede predicar a Cristo crucificado a menos que se predique lo que hoy en día se ha dado en llamar Calvinismo. Yo tengo mis propias ideas que siempre expreso con valor. Llamar a esas doctrinas Calvinismo es ponerles un apodo; Calvinismo es el Evangelio y nada más. Yo no creo que podamos predicar el Evangelio, si no predicamos la justificación por fe, sin obras; si no predicamos la soberanía de Dios en Su dispensación de gracia; si no exaltamos el amor de Jehová que elige, que es inmutable, eterno, incambiable y conquistador; tampoco creo que podamos predicar el Evangelio, a menos que lo basemos en la redención particular que Cristo llevó a cabo por Su pueblo elegido; no puedo comprender un Evangelio que deja que los santos se pierdan después que han sido llamados, y que acepta que los hijos de Dios se quemen en los fuegos de condenación a pesar de haber creído. Yo aborrezco un evangelio así. El Evangelio de la Biblia no es ese evangelio. Nosotros predicamos a Cristo crucificado de una manera diferente, y a todos los adversarios les respondemos: "Ese no es el Cristo que nosotros conocemos."

Hay tres temas en el texto. Primero, un Evangelio rechazado: "Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;" en segundo lugar, un Evangelio triunfante: "Para los llamados, así judíos como griegos;" y en tercer lugar, un Evangelio admirado: es para quienes son llamados, "Poder de Dios, y sabiduría de Dios."




I. En primer lugar, tenemos aquí UN EVANGELIO RECHAZADO. Uno podría haber esperado que cuando Dios envió Su Evangelio a los hombres, todos los hombres escucharían con mansedumbre, y recibirían sus verdades con humildad. Podríamos haber pensado que los ministros de Dios no debían sino proclamar que la vida es traída a la luz por el Evangelio, y que Cristo vino para salvar a los pecadores, y todo oído estaría atento, los ojos mirarían con fijeza, y cada corazón estaría abierto de par en par para recibir esa verdad. Habríamos dicho, juzgando favorablemente a nuestros compañeros, que no podría existir en el mundo un monstruo tan vil, tan depravado, tan inmundo, capaz de poner piedras en el camino del progreso de la verdad; no hubiéramos concebido algo así; sin embargo esa concepción es la verdad.


Cuando el Evangelio fue predicado, en lugar de ser aceptado y admirado, un chiflido universal subió al cielo; los hombres no podían soportarlo; ellos arrastraron a su primer Predicador hasta la cumbre del monte y le habrían despeñado desde allí, si hubieran podido: inclusive hicieron algo más que eso, lo clavaron en la cruz, y allí dejaron languidecer en agonía Su vida moribunda, una agonía que nadie ha experimentado desde entonces. Todos Sus ministros elegidos han sido odiados y aborrecidos por los hombres del mundo; en vez de que los escuchen, se han burlado de ellos; han sido tratados como si fueran la hez de todas las cosas, y la basura de la humanidad. Miren a los santos hombres de la antigüedad, cómo fueron expulsados de ciudad en ciudad, perseguidos, afligidos, atormentados, lapidados en cualquier lugar donde el enemigo tuviera el poder de hacerlo.



Esos amigos de los hombres, esos verdaderos filántropos, que llegaban con corazones henchidos de amor y manos llenas de misericordia, con labios preñados de fuego celestial y almas que ardían con una santa influencia; esos hombres eran tratados como si fueran los espías del campamento, como si fueran desertores de la causa común de la humanidad; como si fueran enemigos y no, como en realidad lo eran, los mejores amigos.No supongan, amigos míos, que los hombres gustan más del Evangelio ahora que antes. Existe la idea que nos estamos volviendo mejores. Yo no lo creo. Nos estamos volviendo peores. Tal vez, en ciertas cosas los hombres puedan ser mejores: mejores en lo exterior; pero su corazón sigue siendo el mismo. Si se hiciera hoy una disección al corazón humano, sería igualito al corazón humano de hace mil años: la hiel de amargura dentro de ese pecho de ustedes, sería precisamente tan amarga como la hiel de amargura en aquel Simón de antaño. Tenemos en nuestros corazones la misma latente oposición a la verdad de Dios; y por esta razón encontramos que los hombres son iguales que antes, que desprecian el Evangelio. Hablando del Evangelio rechazado, voy a esforzarme por señalar las dos clases de personas que desprecian de igual manera la verdad. Los judíos lo convierten en tropezadero, y los gentiles lo consideran locura. Ahora, estos dos respetables caballeros, (el judío y el griego), estos antiguos individuos, no serán objeto de mi condenación, sino que voy a considerarlos como miembros de un gran parlamento, representantes de un buen grupo de votantes, y voy a intentar mostrarles que aunque toda la raza de los judíos fuera erradicada, habría todavía un número muy grande en el mundo que respondería al nombre de judíos, para quienes Cristo es un tropezadero; y que si Grecia fuera tragada por un terremoto, y cesara de ser una nación, habría todavía griegos para quienes el Evangelio sería una locura.

Simplemente voy a introducir al judío y al griego, y dejarlos que les hablen a ustedes un momento, para que puedan ver a los caballeros que los representan; los hombres representativos; las personas que los simbolizan, que todavía no han sido llamados por la gracia divina.El primero es el judío; para él, el Evangelio es tropezadero. El judío era un hombre respetable en su tiempo. Toda la religión formal estaba concentrada en su persona; iba al templo con mucha devoción; daba diezmos de todo lo que poseía, incluyendo la menta y el comino. Lo podías ver ayunando dos veces a la semana, con su rostro muy marcado por la tristeza y la aflicción. Si lo mirabas, tenía la ley en medio de sus ojos; allí estaba la filacteria, y los flecos de sus vestidos eran de una anchura impresionante para que no se pudiera suponer jamás que era un perro gentil; que nadie pudiera concebir jamás que él no fuera un hebreo de raza pura. Él tenía un linaje santo; procedía de una familia piadosa; un buen hombre correcto era él. No podía soportar para nada a esos saduceos que no tenían religión. Él era un hombre religioso cabal; apoyaba a su sinagoga; no aceptaba ese templo en el monte Gerizim; no podía soportar a los samaritanos, y no tenía tratos con ellos; era un celoso de primera magnitud de la religión, un hombre excepcional; un espécimen de hombre moralista, amante de las ceremonias de la ley.Consecuentemente, cuando oyó acerca de Cristo, preguntó quién era Cristo. "El hijo de un carpintero." "¡Ah!" "El hijo de un carpintero, y el nombre de su madre era María, y de su padre José." "Eso en sí mismo, es lo suficientemente presuntuoso," comentó él, "prueba positiva, de hecho, que no puede ser el Mesías. Y, ¿qué es lo que dice?" Bien, pues dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!" "Eso no dará resultado." "Además," añade, "No es por las obras de la carne que alguien puede entrar en el reino de los cielos." El judío amarraba de inmediato un doble nudo en su filacteria; pensaba que ordenaría que las franjas de su vestido fueran ampliadas al doble. ¡Inclinarse él ante el Nazareno! No, no; y si simplemente un discípulo atravesaba la calle, él consideraba el lugar contaminado, y no continuaba en sus pasos. ¿Piensan ustedes que él abandonaría la religión de su anciano padre, la religión que vino del Monte Sinaí, esa antigua religión que se encontraba en el arca y bajo la sombra de los querubines? ¿Renunciar a eso? No. Un vil impostor: a sus ojos, eso era Cristo. ¡El judío pensaba así! "¡Un tropezadero para mí! ¡No puedo oír hablar de eso! No lo quiero escuchar." Por consiguiente, prestaba oídos sordos a toda la elocuencia del Predicador y no escuchaba nada.Hasta luego, viejo judío. Tú duermes con tus padres, y tu generación es una raza errante, que todavía camina por la tierra. Hasta luego, ya he terminado contigo. ¡Ay!, pobre infeliz, ese Cristo que era tu tropezadero, será tu Juez, y sobre tu cabeza recaerá esa sonora maldición: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos."



Pero yo encuentro al señor judío aquí en Exeter Hall: personas que encajan en esa descripción, para quienes Jesucristo es un tropezadero. Permítanme que les haga una descripción de ustedes mismos, de algunos de ustedes. Ustedes también eran miembros de una familia piadosa, ¿no es así? Sí. Y tienen una religión que aman: la aman en cuanto a la crisálida, a la parte externa, la cubierta, la cáscara. No quisieran que se alterara ninguna regla, ni que ninguno de esos viejos arcos amados fuera eliminado, ni que los vitrales se cambiaran por nada del mundo; y si alguien dijera una palabra contra tales cosas, lo catalogarían de inmediato como hereje. O tal vez ustedes no asisten a un lugar de adoración así, pero aman un lugar de reunión muy antiguo y sencillo, donde sus ancestros adoraron, o sea, una capilla disidente. ¡Ah!, es un hermoso lugar sencillo; ustedes lo aman, aman sus ordenanzas, aman su exterior; y si alguien hablara contra ese lugar, se sentirían muy vejados. Ustedes creen que lo que hacen allí, debería hacerse en todas partes; de hecho su iglesia es una iglesia modelo; el lugar donde ustedes van, es exactamente el tipo de lugar bueno para todos; y si yo les preguntara por qué tienen la esperanza de ir al cielo, tal vez responderían: "porque soy bautista," o, "porque pertenezco a la iglesia episcopal," o cualquier otra denominación a la que pertenezcan. Ya los he descrito. Yo sé que Jesucristo será un tropezadero para ustedes. Si yo viniera y te dijera que todas tus idas a la casa de Dios no te sirven para nada; si yo te dijera que todas esas veces que has estado cantando y orando, pasaron desapercibidas a los ojos de Dios, porque tú eres un hipócrita y un formalista. Si yo te dijera que tu corazón no tiene la relación correcta con Dios, y que a menos que la tenga, todo lo externo no te sirve para nada, yo sé lo que responderías: "No voy a oír más a ese joven." Es un tropezadero. Pero si entraras a cualquier lugar donde escucharas que se exalta el formalismo; si se te dijera "debes hacer esto, y debes hacer lo otro, y entonces serás salvado," eso sí lo aprobarías de buen grado.Pero cuántas personas hay que son religiosas en lo externo, intachables de carácter, aunque nunca han tenido la influencia regeneradora del Espíritu Santo; que no han sido conducidas a postrarse con su frente en el suelo ante la cruz del Calvario; que nunca han vuelto un ojo anhelante hacia el Salvador crucificado; que nunca han puesto su confianza en Él, que fue sacrificado a favor de los hijos de los hombres.



Ellos aman una religión superficial, pero cuando un hombre habla algo más profundo que eso, declaran que es un discurso enrevesado. Ustedes pueden amar todo lo externo acerca de la religión, de la misma manera que pueden admirar a un hombre por su ropa: sin que les importe nada el hombre mismo. Si es así, yo sé que pertenecen al grupo que rechaza el Evangelio. Ustedes me oirán predicar; y mientras yo hable de cosas externas, me oirán con atención; mientras yo promueva la moralidad, y argumente en contra de la borrachera, o muestre la atrocidad del incumplimiento del reposo el día domingo, todo irá muy bien; pero si digo una vez: "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos;" si les digo alguna vez que deben ser elegidos por Dios, que deben ser comprados con la sangre del Salvador, que deben ser convertidos por el Espíritu Santo, ustedes dirán: "¡es un fanático! ¡Que se vaya! ¡Fuera! No queremos oír nada de eso." Cristo crucificado es para el judío, el formalista, un tropezadero.Pero se puede encontrar otro espécimen de este judío. Este es completamente ortodoxo en sus sentimientos.



En cuanto a formas y ceremonias, no las tiene en un alto concepto. Asiste a un lugar de adoración donde aprende sana doctrina. No quiere escuchar nada que no sea la verdad. Le gusta que hagamos buenas obras y tengamos moralidad. Es un buen hombre, y nadie le puede encontrar una falla. Está aquí presente, asistiendo como siempre al servicio dominical. En la plaza camina ante los hombres con toda honestidad: eso pensarían ustedes. Pregúntenle acerca de cualquier doctrina, y puede darles toda una disquisición al respecto. De hecho, podría escribir todo un tratado sobre cualquier cosa relativa a la Biblia, y también acerca de muchas otras cosas. Lo sabe casi todo; y aquí, en este oscuro ático de la cabeza, su religión se ha establecido; tiene una excelente sala de recibo en su corazón, pero su religión nunca asiste allí: está cerrada para ella. Él tiene dinero allí: mamón, mundanalidad; o tiene otra cosa: amor de sí mismo, orgullo. Tal vez le guste escuchar una predicación práctica; lo admira todo; de hecho ama todo lo que sea correcto. Pero no hay nada bueno dentro de él: o más bien, todo es sonido sin sustancia. Le gusta escuchar sana doctrina; pero ésta no penetra el hombre interior. Nunca lo ves llorar. Predícale acerca de Cristo crucificado, un tema glorioso, y nunca verás que una lágrima ruede por sus mejillas; cuéntale acerca de la poderosa influencia del Espíritu Santo: te puede admirar por ello, pero la mano del Espíritu Santo no ha tocado nunca su alma; háblale acerca de la comunión con Dios, en qué consiste sumergirse en el mar más profundo de la Deidad, y perderse en su inmensidad: al hombre le encanta oír eso, pero nunca lo ha experimentado, nunca ha tenido comunión con Cristo; y cuando comienzas a calarle hondo, cuando lo acuestas sobre la mesa, y sacas tu bisturí de disección y comienzas a hacer tus cortes y le muestras su propio corazón, y le dejas ver lo que él es por naturaleza, y en lo que debe convertirse por gracia, el hombre se sobresalta; no puede soportar eso; no acepta nada de esto: recibir y aceptar a Cristo en el corazón. Aunque lo ama lo suficiente con su cerebro, es para él un tropezadero, y lo desecha. ¿Se reconocen descritos aquí, amigos míos? ¿Se ven ustedes como los ven otras personas? ¿Se ven ustedes como los ve Dios? Pues así es, posiblemente aquí hay muchas personas para quienes Cristo es un tropezadero como lo ha sido siempre para otros. ¡Oh, ustedes que son formalistas! Me dirijo ahora a ustedes; oh, ustedes que prefieren la cáscara de la nuez pero aborrecen la propia nuez; oh, ustedes, a quienes les gustan las galas y el vestido, pero a quienes no les importa la hermosa virgen que está ataviada con ellos: oh, ustedes que admiran la pintura y el oropel, pero que aborrecen el oro fino, les hablo a ustedes; les pregunto: ¿les da su religión un sólido consuelo? ¿Pueden mirar a la muerte a la cara con ese consuelo, y afirmar: "Yo sé que mi Redentor vive"? ¿Pueden cerrar sus ojos en la noche, y cantar como su himno de vísperas?:
"Yo debo aguantar hasta el fin,Tan convencido como la señal me es dada."




¿Puedes bendecir a Dios en la aflicción? ¿Puedes sumergirte con el pesado equipo que cargas y nadar a través de las corrientes de las pruebas? ¿Puedes marchar triunfante en el escondrijo del león, reírte de la aflicción y ofrecer un desafío al infierno? ¿Puedes hacer esto? ¡No! Tu evangelio es afeminado; es una cosa de palabras y sonidos, y no de poder. Arrójalo lejos de ti, te lo imploro: no vale la pena que lo conserves; pues cuando te presentes ante el trono de Dios, descubrirás que te fallará, y lo hará de tal manera que te impedirá encontrar otro; pues perdido, arruinado, destruido, te darás cuenta que Cristo que ahora es skandalon, "tropezadero," entonces será tu Juez.He descrito al judío, y ahora voy a descubrir al griego. Él es una persona de un exterior muy diferente al judío. Para el griego la filacteria es una basura; y desprecia los flecos extendidos de sus mantos. Las formas de religión no le importan; de hecho siente una intensa aversión hacia los sombreros de alas anchas, y hacia cualquier cosa que represente un despliegue externo. Aprecia la elocuencia; admira cualquier formulación inteligente; ama los dichos singulares; le encanta la lectura del último libro; es un griego, y para él, el Evangelio es una locura. El griego es un caballero que puede ser encontrado hoy en la mayoría de los lugares: producido algunas veces en las universidades, formado constantemente en las escuelas, fabricado en todas partes. Está en la casa de cambio; en el mercado; posee un almacén; anda en carruajes; es un noble, un caballero; está en todas partes, inclusive en la corte. Es sabio en todo. Pregúntale cualquier cosa y él la sabe. Pídele una cita de cualquiera de los poetas antiguos, o de cualquier otra persona, y él te la puede proporcionar. Si tú eres un musulmán y argumentas las creencias de tu religión, él te escuchará muy pacientemente. Pero si tú eres un cristiano, y le hablas de Jesucristo, él te responderá: "Pon un alto a tu discurso enrevesado, no quiero oír nada acerca de eso." Este caballero griego cree en cualquier filosofía, excepto en la verdadera; estudia toda sabiduría, excepto la sabiduría de Dios; busca todo conocimiento excepto el conocimiento espiritual; le gusta todo lo que el hombre hace, pero no le gusta nada que venga de Dios; es una locura para él, locura abominable. Sólo tienes que platicar acerca de una doctrina de la Biblia, y se tapa los oídos; ya no desea más tu compañía; es locura.Yo me he encontrado a este caballero muchas veces. Cuando lo vi en una ocasión, me comentó que no creía en ninguna religión; y cuando le dije que yo sí creía, y que tenía la esperanza de ir al cielo al morir, él respondió que se atrevía a decir que eso era muy cómodo, pero que no creía en la religión, y que estaba seguro que era mejor vivir según lo dictara la naturaleza. En otra ocasión habló bien de todas las religiones, y creía que eran muy buenas y todas ellas verdaderas, cada una en lo suyo; y estaba convencido que si un hombre era sincero en cualquier tipo de religión, no tendría problemas al llegar a al fin. Yo le respondí que no estaba de acuerdo, y que yo creía que no había sino una sola religión revelada por Dios: la religión de los elegidos de Dios, la religión que es el don de Jesús. Después dijo que yo era un fanático intolerante y se despidió. Para él era locura. No quería saber nada de mí. O aceptaba todas las religiones o no aceptaba ninguna. En otra oportunidad le detuve sosteniendo el botón de su saco, y discutí con él un poco acerca de la fe. Él dijo: "Todo eso está muy bien, creo que esa es sana doctrina protestante." Pero al instante yo mencioné algo acerca de la elección, y comentó: "no me gusta eso; muchas personas han predicado eso con muy malos resultados." Luego sugerí algo acerca de la gracia inmerecida; pero no podía soportar tampoco eso, era una locura para él. Se trataba de un griego muy pulido, y pensaba que si no era un elegido, debía serlo. Nunca le gustó el pasaje bíblico: "Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios;. . . y lo que no es, para deshacer lo que es." Él consideraba que eso era algo vergonzoso de la Biblia; y que cuando el libro fuera revisado, no dudaba que sería eliminado.Para tal persona (pues está presente aquí el día de hoy, y ha venido muy probablemente para oír una caña sacudida por el viento), tengo que decir esto: "¡Ah!, hombre sabio, lleno de sabiduría del mundo; tu sabiduría te sostendrá aquí, pero ¿qué harás en las crecidas aguas del Jordán?



La filosofía te puede ayudar para que te apoyes en ella mientras caminas en este mundo; pero el río es profundo, y tú vas a necesitar algo más que eso. Si no tienes el brazo del Altísimo para que te sostenga en la corriente y te anime con las promesas, te hundirás, amigo; con toda tu filosofía, te hundirás; con todos tus conocimientos, te hundirás, y serás arrastrado a ese terrible océano de tormento eterno, donde permanecerás para siempre. ¡Ah!, griegos, podrá ser locura para ustedes, pero verán al Hombre, su Juez, y entonces lamentarán aquel día en que dijeron que el Evangelio era una locura. II. Habiendo predicado hasta este punto acerca del rechazo del Evangelio, ahora voy a hablar brevemente sobre el EVANGELIO TRIUNFANTE. "Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios." Aquel hombre que está por allá, rechaza el Evangelio, desprecia la gracia, y se ríe de todo esto como de un engaño. Por aquí está otro hombre que se ríe también; pero Dios los pondrá de rodillas. Cristo no murió en vano. El Espíritu Santo no obrará en vano. Dios ha dicho: "Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié." "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho." Si un pecador no es salvado, otro lo será. El judío y el griego no despoblarán nunca el cielo. Los coros de gloria no perderán un solo cantor a causa de toda la oposición de judíos y griegos; pues Dios lo ha dicho; algunos serán llamados; algunos serán salvados; algunos serán rescatados.




"Perezca el mérito, como debe ser, aborrecido, Y el necio con él, el que insulta a su Señor.La expiación que el amor del Redentor ha obradoNo es para ti; el justo no la necesita.¿Ves aquella prostituta que invita a todos los que encuentra,Esa molesta presencia que se pudre en nuestras calles,Ofreciéndose de la mañana a la noche, y a la otra mañana,Que se aborrece a sí misma y que ustedes desprecian?:La lluvia de gracia, inmerecida y libre, Caerá sobre ella cuando el cielo te la niegue a ti.De todo lo que dicta la sabiduría, esta es la esencia,Que el hombre está muerto en el pecado, y la vida es un don."




Si los justos y los buenos no son salvados, si rechazan el Evangelio, hay otros que serán llamados, otros que serán rescatados, pues Cristo no perderá los méritos de Sus agonías, ni lo que fue comprado con Su sangre. "Mas para los llamados." Esta semana recibí una nota en la que me solicitaban que explicara la palabra "llamados;" porque en un pasaje dice "Porque muchos son llamados, y pocos escogidos," mientras que en otro daría la impresión que todos los que son llamados deben ser elegidos. Ahora, déjenme mencionarles que hay dos llamados. Como mi viejo amigo John Bunyan afirma, "la gallina tiene dos llamados, el cloqueo común, que hace a diario y a cada hora, y el cloqueo especial que dirige a sus pollitos." De la misma manera hay un llamado general, un llamado que se hace a cada hombre; todo hombre lo oye. Muchos son llamados por su medio; ustedes son llamados el día de hoy en ese sentido; pero muy pocos son elegidos. El otro es un llamado especial, el llamado a los hijos. Ustedes saben cómo suena la campana en el taller para llamar a los hombres al trabajo: ese es un llamado general. Un padre va a la puerta y llama: "Juan, es hora de la cena." Ese es el llamado especial. Muchos son llamados mediante el llamado general, pero ellos no son elegidos; el llamado especial es únicamente para los hijos, y eso es lo que el texto significa, "Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios." Ese llamado es siempre un llamado especial. Aunque yo estoy aquí y llamo a los hombres, nadie viene; aunque yo predico a los pecadores de manera universal, no se logra ningún bien; es como el relámpago sin ruido (fucilazo) que se ve algunas veces en los atardeceres de verano, hermoso, grandioso, pero ¿quién ha oído que haya caído alguna vez sobre algún objeto? Mas el llamado especial es como el rayo bifurcado caído del cielo; golpea en algún lado; es la flecha que se clava por entre las junturas de la armadura. El llamado que salva es como el de Jesús, cuando dijo, "María," y ella le respondió, "¡Raboni!"¿Sabes algo de ese llamado especial, amado hermano? ¿Te ha llamado Jesús por tu nombre alguna vez? ¿Puedes recordar la hora cuando Él susurró tu nombre a tu oído, cuando te dijo: "Ven a Mí"? Si es así, concederás que es verdad lo que voy a decir al respecto: que es un llamado eficaz. Es irresistible. Cuando Dios llama con Su llamamiento especial, no se puede dejar de acudir. ¡Ah!, yo sé que yo me reía de la religión; yo la despreciaba, la aborrecía; ¡pero ese llamado! ¡Oh!, yo no quería venir. Pero Dios dijo, "tú vendrás. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí." "Señor, yo no lo haré." "Claro que lo harás," dijo Dios. Y yo había ido algunas veces a la casa de Dios casi con una determinación de no escuchar, pero debía escuchar. ¡Oh, cómo penetró en mi alma la palabra! ¿Acaso tenía algún poder de resistir? No; fui derribado; cada hueso parecía fracturado; yo fui salvado por la gracia eficaz. Yo apelo a su experiencia, amigos míos.



Cuando Dios los tomó de la mano, ¿hubieran podido resistirse? Ustedes se enfrentaron a su ministro innumerables veces. La enfermedad no los quebrantó; las dolencias no los condujeron a los pies de Dios; la elocuencia no los convenció; pero cuando Dios puso manos a la obra, ¡ah!, entonces qué cambio se dio; como Saulo, cuando iba hacia Damasco con sus caballos, escuchó esa voz del cielo que decía, "Yo soy Jesús, a quien tú persigues." "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" En ese momento no había forma de continuar. Ese era un llamado eficaz. Como ese, también, que Jesús le hizo a Zaqueo, cuando estaba subido en el árbol: colocándose bajo el árbol, Él dijo, "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa." Zaqueo fue atrapado en la red; él oyó su propio nombre; el llamamiento penetró su alma; no podía quedarse en el árbol, pues un impulso Todopoderoso lo hizo bajar. Y yo podría mencionarles algunos ejemplos especiales de personas que han asistido a la casa de Dios y han escuchado la descripción de su carácter delineado a la perfección, de tal forma que han dicho, "me está describiendo, me está describiendo." Lo mismo que yo podría decir a ese joven que robó los guantes de su jefe ayer, que Jesús lo llama al arrepentimiento. Podría ser que aquí hubiera una persona así; y cuando el llamamiento viene a una persona en particular, generalmente viene con un poder especial. Dios da a Sus ministros una brocha especial y les enseña cómo usarla para pintar cuadros vivos, y de esta manera el pecador oye el llamamiento especial. Yo no puedo hacer el llamamiento especial; Dios es el único que puede hacerlo, y por eso yo se lo dejo a Él. Algunos deben ser llamados. Judíos y griegos podrán reírse, pero aun así hay algunos que son llamados, tanto judíos como griegos.Entonces, para concluir este segundo punto, es una gran misericordia que muchos judíos hayan sido conducidos a olvidarse de su justicia propia; muchos legalistas han sido conducidos a abandonar su legalismo y a venir a Cristo, muchos griegos han inclinado su genio ante el trono del Evangelio de Dios. Nosotros tenemos unos cuantos de ellos. Como afirma Cowper:


"Nosotros nos jactamos de ricos a quienes el Evangelio doblegaY de uno que lleva una corona y ora;Se muestran como vestigios de un olivo,Aquí y allá vemos alguno ubicado en la rama más alta."



III. Ahora llegamos a nuestro tercer punto, UN EVANGELIO ADMIRADO
; para los llamados por Dios, es el poder de Dios, y la sabiduría de Dios. Ahora, amados hermanos, este debe ser un asunto de pura experiencia entre sus almas y Dios. Si ustedes son llamados por Dios el día de hoy, lo sabrán. Yo sé que hay momentos en los que el cristiano debe decir,

"Es un punto que anhelo conocer,A menudo genera un pensamiento ansioso;¿Amo al Señor o no?¿Le pertenezco a Él, o no?"



Pero si un hombre nunca se ha reconocido cristiano en su vida, nunca ha sido un cristiano. Si nunca ha tenido un momento de confianza en el que pudiera decir: "yo sé a quién he creído," pienso que no estoy siendo duro cuando afirmo que ese hombre no pudo haber nacido de nuevo; pues no puedo entender cómo un hombre pueda nacer de nuevo y no lo sepa; no entiendo cómo un hombre pueda haber sido asesinado y reviva, sin que se dé cuenta; cómo un hombre pueda pasar de la muerte a la vida, y no lo sepa; cómo un hombre pueda ser llamado de las tinieblas a una luz admirable y no se dé cuenta. Yo tengo la certeza que lo sé, cuando digo en alta voz mi vieja estrofa,
"Ahora libre de pecado camino en libertad,La sangre de mi Salvador es mi exoneración total;A Sus pies amados contento me siento,Un pecador salvado, homenaje yo rindo."




Hay momentos en los que los ojos brillan llenos de gozo; y en los que podemos decir, "estamos persuadidos, confiados, seguros." Yo no quisiera angustiar a nadie que tenga dudas. A menudo prevalecerán pensamientos sombríos; hay ocasiones en las que ustedes podrían tener el temor de no haber sido llamados; cuando tienen dudas de su interés en Cristo. ¡Ah, cuán grande misericordia es que no sea su asimiento de Cristo el que los salve, sino el que Cristo los sostenga a ustedes! Cuán dulce realidad es que no depende de cómo se aferran a Su mano, sino de cómo Él se aferra a la mano de ustedes, lo que los salva. Sin embargo, yo creo que ustedes deben saber en un momento u otro, si son llamados por Dios. Si es así, me seguirán en la parte siguiente de mi sermón, que es un asunto de pura experiencia; para nosotros que somos salvos, es "Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios."El Evangelio es para el verdadero creyente una cosa de poder. Es Cristo el poder de Dios. Ay, hay un poder en el Evangelio de Dios que está más allá de toda descripción. Una vez yo, como Mazepa, atado sobre el caballo salvaje de mi lujuria, atado de pies y manos, incapaz de resistir, iba galopando perseguido por los lobos del infierno, que aullaban tras mi cuerpo y mi alma, como su presa justa y legal. Pero vino una poderosa mano que detuvo al caballo salvaje, cortó mis ataduras, me bajó y me condujo a la libertad. ¿Hay poder allí, amigo mío? Ay, hay poder, y quien lo haya sentido debe reconocerlo. Hubo un tiempo en el que yo vivía en el impenetrable castillo de mis pecados, y confiaba en mis obras. Pero vino un pregonero a la puerta, y me ordenó que la abriera. Lleno de ira lo reprendí desde el vestíbulo y le dije que nunca entraría. Vino luego un personaje bueno, con un rostro lleno de amor; Sus manos tenían las marcas de cicatrices producidas por clavos, y Sus pies también tenían marcas de clavos; levantó Su cruz, usándola como un martillo; al primer golpe, la puerta de mi prejuicio se sacudió; al segundo golpe, tembló más; al tercero, se derrumbó, y Él entró; y dijo: "Levántate, y ponte de pie, pues te he amado con amor eterno." ¡Una cosa de poder! ¡Ah!, es una cosa de poder. ¡Yo la he sentido aquí, en este corazón! Tengo dentro de mí el testimonio del Espíritu, y sé que es una cosa de poder porque me ha conquistado; me ha doblegado.


"Únicamente Su gracia inmerecida, de principio a fin,Ha ganado mi afecto, y ha sostenido firme mi alma."



Para el cristiano, el Evangelio es un asunto de poder. ¿Qué es lo que hace que el joven se convierta en un misionero para la causa de Dios, que deje a su padre y su madre, y que se vaya a lejanas tierras? Es una cosa de poder la que lo logra: es el Evangelio. ¿Qué es lo que constriñe a aquel ministro, en medio de la peste del cólera, a subir esas rechinantes escaleras, para estar junto al lecho de alguna moribunda criatura atacada por esa espantosa enfermedad? Debe ser un elemento de poder el que lo guía a arriesgar su vida; es el amor por la cruz de Cristo el que le ordena hacerlo.¿Qué es lo que habilita a un hombre para que se pare frente a una multitud de compañeros, tal vez sin que ellos lo esperen, con la determinación de no hablar de otra cosa sino de Cristo crucificado? ¿Qué es lo que le permite clamar: ¡Ea!, como el caballo de guerra de Job parecía decirlo en la batalla, moviéndose glorioso en poder? Es un elemento de poder el que lo hace: es Cristo crucificado. Y ¿qué es lo que da valor a esa tímida mujer para que camine por ese oscuro sendero en el atardecer lluvioso, para sentarse junto a la víctima de una fiebre contagiosa? ¿Qué es lo que la fortalece para atravesar esa guarida de ladrones, y pasar junto al libertino y al profano? ¿Qué es lo que la motiva para entrar en ese osario de muerte, y sentarse allí musitando palabras de consuelo? ¿Acaso ella va allí por el oro? Son demasiado pobres para que le puedan dar oro. ¿Acaso ella va allí buscando la fama? Ella nunca será conocida, ni participará en las crónicas de las mujeres poderosas de esta tierra. ¿Qué es lo que la motiva a hacerlo? ¿Acaso es su amor al mérito? No; ella sabe que no tiene ningún merecimiento ante el alto cielo. ¿Qué es lo que la impulsa a hacerlo? Es el poder del Evangelio en su corazón; es la cruz de Cristo; ella la ama, y por tanto dice:


"Si todo el reino de la naturaleza fuese míoEso sería un regalo demasiado pequeño;Amor tan sorprendente, tan divino,Es lo que requiere mi alma, mi vida, mi todo."



Pero yo contemplo otra escena. Un mártir es llevado rápidamente a la hoguera; los verdugos están a su alrededor; la turba se burla, pero él marcha hacia delante con firmeza. Vean, lo atan a la hoguera poniendo una cadena en su cintura; apilan leños a su alrededor; una flama es encendida; escuchen sus palabras; "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre." Las llamas están ardiendo alrededor de sus piernas; el fuego lo está quemando hasta los huesos; mírenlo cómo levanta sus manos mientras dice: "yo sé que mi Redentor vive, y aunque el fuego devore mi cuerpo, en mi carne he de ver a Dios." Véanlo cómo se aferra a la hoguera, y la besa como si la amara, y escúchenle decir: "por cada cadena de hierro con la que el hombre me ciña, Dios me dará una cadena de oro; por todos estos leños y esta ignominia y vergüenza, Él incrementará el peso de mi eterna gloria." Miren, todas las partes inferiores de su cuerpo han sido consumidas; todavía vive la tortura; al fin se dobla y la parte superior de su cuerpo se desploma; y al caer le escuchas decir: "En tus manos encomiendo mi espíritu." Señores, ¿qué magia sorprendente había en él? ¿Qué fue lo que fortaleció a ese hombre? ¿Qué le ayudó a soportar esa crueldad? ¿Qué le hizo permanecer inconmovible en medio de las llamas? Fue el elemento de poder; fue la cruz de Jesús crucificado. Pues "para los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios."Pero contemplen otra escena completamente diferente. Allí no encontramos una multitud; es una habitación silenciosa. Encontramos un pobre jergón, una cama solitaria: un médico la acompaña. Allí está una jovencita; su rostro está pálido por la tisis; desde hace tiempo el gusano ha carcomido su mejilla, y aunque algunas veces regresa su rubor, es más bien el rubor de muerte del destructor engañoso. Allí yace, pálida y débil, descolorida, desgastada, moribunda: sin embargo, vean una sonrisa en su rostro, como si hubiese visto un ángel. Habla, y hay música en su voz. La Juana de Arco de la historia no era ni la mitad de poderosa como esa muchacha. Ella lucha con dragones en su lecho de muerte; pero miren su serenidad, y oigan su soneto agonizante:


"¡Jesús!, amante de mi alma, Déjame apresurarme a tu pecho, Mientras revientan junto a mí las olas,¡Mientras la tempestad se crece!¡Escóndeme, oh mi Salvador! ¡EscóndemeHasta que pase la tormenta de la vida!Guíame con seguridad al puerto seguro;¡Oh, recibe, al final, mi alma!


Y con una sonrisa cierra sus ojos en la tierra, para abrirlos en el cielo. ¿Qué es lo que le permite morir de esa manera? Es el poder de Dios para salvación; es la cruz; es Jesús crucificado.Tengo muy poco tiempo para reflexionar sobre el último punto, y lejos de mí está el querer cansarlos con un sermón largo y prosaico, pero debemos dar un vistazo a la otra afirmación: Cristo es, para los llamados, sabiduría de Dios, así como poder de Dios. Para un creyente, el Evangelio es la perfección de la sabiduría, y si no lo considera así el impío, es debido a la perversión del juicio a consecuencia de su depravación.Una idea ha poseído durante largo tiempo a la mente pública, y es que un hombre religioso difícilmente puede ser un hombre sabio. La costumbre ha sido hablar de los infieles, de los ateos y de los deístas como hombres de pensamiento profundo y vasto intelecto; y temblar por el polemista cristiano, como si fuera a caer con certeza a manos de su enemigo. Mas esto es puramente un error; pues el Evangelio es la suma de la sabiduría; el epítome del conocimiento; una tesorería de la verdad; y una revelación de secretos misterios. En él vemos cómo la justicia y la misericordia pueden casarse; aquí vemos a la ley inexorable enteramente satisfecha, y al amor soberano cargando al pecador en triunfo. Nuestra meditación sobre él engrandece la mente; y en la medida que se abre a nuestra alma en destellos sucesivos de gloria, nos quedamos atónitos ante la profunda sabiduría manifiesta en él. ¡Ah, queridos amigos! Si buscan sabiduría, la verán desplegada en toda su grandeza, no en el balanceo de las nubes, ni en la firmeza de los cimientos de la tierra; no en la marcha mesurada de los ejércitos del firmamento, ni en el movimiento perpetuo de las olas del mar; no en la vegetación con todas sus hermosas formas de belleza; ni tampoco en el animal con su maravilloso tejido de nervio, y vena, y músculo: ni en el hombre, esa última y más elevada obra del Creador. ¡Pero vuelvan su vista y vean este grandioso espectáculo! Un Dios encarnado sobre la cruz; un sustituto expiando la culpa mortal; un sacrificio satisfaciendo la venganza del cielo; liberando al pecador rebelde. Aquí hay sabiduría esencial; entronizada, coronada, glorificada.


Admiren esto, ustedes hombres de la tierra, y no sean ciegos: y ustedes, que se glorían de sus conocimientos, inclinen sus cabezas en señal de reverencia, y reconozcan que toda su habilidad no pudo haber concebido un Evangelio a la vez justo para Dios y seguro para el hombre.Amigos míos, recuerden que a la vez que el Evangelio es en sí mismo sabiduría, también confiere sabiduría a sus estudiantes; enseña a los jóvenes sabiduría y discreción, y da entendimiento al simple. Un hombre que sea un admirador creyente y un amante sincero de la verdad, como lo es en Jesús, está en un lugar correcto para seguir con beneficio cualquier otra rama de la ciencia. Yo confieso que poseo en mi cabeza ahora un estante para cada cosa. Sé dónde poner cualquier cosa que leo; sé dónde almacenar cualquier cosa que aprendo. Antes, cuando leía libros, ponía todo mi conocimiento aglomerado en una gloriosa confusión; pero desde que conocí a Cristo, he puesto a Cristo en el centro como mi sol, y cada ciencia gira alrededor de Él como un planeta, en tanto que las ciencias menores son satélites de esos planetas. Cristo es para mí la sabiduría de Dios. Ahora puedo aprender de todo. La ciencia de Cristo crucificado es la más excelente de las ciencias; es para mí la sabiduría de Dios.¡Oh, joven amigo, construye tu estudio en el Calvario! Levanta allí tu observatorio, y mediante la fe escudriña las cosas elevadas de la naturaleza. Toma una celda de ermitaño en el huerto de Getsemaní, y lava tu rostro en las aguas de Siloé. Adopta a la Biblia como tu clásico estándar; que sea tu última apelación en materia de disputas. Que su luz sea tu iluminación, y entonces te convertirás en alguien más sabio que Platón; más erudito que los siete sabios de la antigüedad. Y ahora, mis queridos amigos, solemnemente y de todo corazón, como ante los ojos de Dios, yo apelo a ustedes. Están congregados aquí el día de hoy, yo sé, por diferentes motivos; algunos han venido por curiosidad; otros son mis oyentes regulares; algunos han venido desde un lugar y otros de otro. ¿Qué me han oído decir el día de hoy? Les he hablado de dos clases de personas que rechazan a Cristo; el devoto fanático que posee una religión formal y nada más; y el hombre del mundo, que llama a nuestro Evangelio una locura. Ahora, pon tu mano en tu corazón y pregúntate esta mañana: "¿Soy yo uno de éstos?" Si lo eres, entonces camina por la tierra con todo tu orgullo; entonces, vete por donde viniste; pero debes saber que por todo esto, el Señor te llevará a juicio; debes saber que tus gozos y delicias se desvanecerán como un sueño, "y, como la infundada trama de una visión," será barrida para siempre. Debes saber esto, oh hombre, que un día en los salones de Satanás, abajo en el infierno, tal vez te vea entre los miles de espíritus que dan vueltas por siempre en un círculo perpetuo con sus manos en sus corazones. Si tu mano es transparente, y tu carne es transparente, voy a mirar a través de tu mano y de tu carne, y voy a ver a tu corazón. Y, ¿cómo lo veré? ¡Colocado en un estuche de fuego; un estuche de fuego! Y allí darás vueltas para siempre, con el gusano que roe tu corazón por dentro, que nunca morirá; un estuche de fuego aprisionando tu corazón que nunca muere, que siempre es torturado. ¡Buen Dios!, no permitas que estos hombres todavía rechacen y desprecien a Cristo; permite que este sea el momento en que sean llamados.Para el resto de ustedes que son llamados, no necesito decir nada. Entre más vivan, encontrarán que el Evangelio es cada vez más poderoso; entre más profundamente sean enseñados por Cristo, entre más vivan bajo la constante influencia del Espíritu Santo, más reconocerán que el Evangelio es una cosa de poder, y más entenderán que es una cosa de sabiduría. ¡Que toda bendición descanse en ustedes; y que Dios esté con nosotros siempre!



"Que los hombres y los ángeles caven las minasDonde brilla el dorado tesoro de la naturaleza;Colocado cerca de la doctrina de la cruz,Todo el oro de la naturaleza parece como escoria.Si viles blasfemos con desdénDeclaran las verdades de Jesús vanasEnfrentaremos el escándalo y la vergüenzaY cantaremos con triunfo en Su nombre."